domingo, febrero 04, 2007

Vladimir

Llevo 15 años sentada en esta butaca de la residencia viendo los días, los meses y los años pasar. Aún recuerdo la primera vez que me senté en ella. Me arropó y ambas dos supimos que estaríamos juntas mucho tiempo; aunque he de decir a estas alturas de mi confesión que yo no esperaba que fuera tanto y sé que en el fondo, ella tampoco, ella está más acostumbrada al ir y devenir de personas que a diario se acomodan en ella y después de un tiempo y sin dar ninguna explicación desaparecen dando lugar a una nueva inquilina, es un proceso cíclico con una duración indeterminada. Ella se conoce muy bien cómo es ese proceso: Al principio aparecen muchas visitas, los hijos y los nietos tienen por costumbre aparecer los domingos con revistas viejas y con algún tupper para hacer un lavado de conciencia; poco a poco empiezan a faltar hasta que pasan los meses, las semanas, más meses, más semanas y nadie recicla las revistas y sus conciencias se purgan con excusas de resacas del fin de semana.




Hoy es domingo y me ha dado por recordar. No es que no lo haga a diario pero hoy me han venido imágenes que hacía tiempo que tenía almacenadas en un lugar más profundo en donde no paso hace años a limpiar. Recuerdo aquel verano de 1997... Cuando mis padres me obligaron a acompañarles a la playa porque con mis 18 años no querían que me quedara sola en mi ciudad. De mala gana, con malas caras y gruñendo hice mi maleta, fui en autobus hasta las afueras de Madrid, donde me esperaban para salir. Yo había tomado la decisión de dejar pasar los días, leer, estudiar, ver el mar y pensar. Acababa de darme cuenta de que estar con David no me traía más que problemas, era demasiado mayor para mí y mis amigos estaba hartos de estar consolándome cada viernes y sábado.


Tenía una rutina bastante sencilla. Me pasaba el día en la playa leyendo, oyendo música... Un día, un amigo de mis padres me pidió que vigilara a su hija de quince años y a sus amigos. Eran 6 franceses en plena ebullición hormonal y de vacaciones en un país extranjero. Yo no les vigilaba, les dejaba hacer de todo con la condición de que no me dejaran mal, se iban a fumar y a toquetearse detrás de las rocas y yo sonreía haciendome la loca.


La mayoría de las tardes después de comer, como no dormía siesta, agarraba mi toalla y me iba a la playa a tumbarme al sol. Hacía mucho calor aquel verano y en un momento determinado entre la página 112 y 113 de aquel tratado de psicología que estaba leyendo, decidí ir a bañarme al mar. Me levanté, me dirigí al agua y poco a poco me fui introduciendo en él entre sus olas. No debía de estar muchos minutos cuando decidí volver a por mi tratado de psicología general dando pequeños pasos pero con fuerza para luchar contra la marea de la playa mientras de fondo se oían a los niños gritar jugando, bebés, familias enteras contándose su año, lo bien que le van las cosas... entre todas las cosas escuché una frase que poco a poco iba subiendo de volumen hasta que un "excuse me" en un tono bastante elevado me hizo girarme y encontrarme de frente con un chico muy alto, moreno y con una sonrisa enorme que me preguntaba si hablaba inglés. Asentí con cara de sorpresa y no estando del todo segura que la persona que tenía enfrente mirándome tan fijamente me estuviera hablando a mí. Su siguiente frase fue que si quería quedar con él por la noche. Me reí, le dije que no mientras le daba las gracias y me di media vuelta. Él me llamó, me dijo que le disculpara pero que tenía que intentarlo... No sé por qué me quedé, no me moví de ahí y comenzamos a hablar. Durante una hora y media estuvimos dentro del agua hasta que teníamos frío y nuestra piel estaba completamente arrugada. Antes de salir del agua me dijo: ¿No vas a preguntarme cómo me llamo?
- Está bien, ¿Cómo te llamas? - Le dije con aire interesante.
- Vladimir, mi nombre es Vladimir... Sé que no es un nombre muy alemán ni muy común en mi ciudad, Köln (Colonia), pero mi físico tampoco es muy alemán. Soy moreno, tengo los ojos oscuros, tengo la nariz grande y me siento muy orgulloso de mí, me gusta ser diferente. Mis padres son Yugoslavos. Yo nací en Alemania y me he criado allí pero llevo mi caracter yugoslavo con mucho orgullo.


Al decirle mi nombre, sonrió y dijo que no sonaba muy francés. Le conté que no era francesa, que era española... que estaba en una situación parecida a la suya habiendome criado entre dos culturas... En ese momento hubo una conexión. Fue inexplicable pero algo sucedió, algo que no es visible a los ojos de cualquier humano ni en un tiempo ni espacio como en el que nos movemos. Hubo un silencio. No fue incómodo porque ambos notamos que algo nos había sucedido y no lo habíamos visto. El silencio lo rompió él proponiendo ir a la toalla ya que llevábamos hora y media en el agua y comenzaba a notarse el frío.


Ya en la toalla hubo más silencios... era como si el momento mágico del agua se había perdido... Dentro del mar nos habíamos creado una burbuja sólo para los dos y nos podíamos contar cualquier cosa que sólo nos oíamos nosotros dos. En la toalla sentados más cerca el uno del otro, se perdió ese momento de intimidad y la sensación de ser dos desconocidos sentados juntos era tan grande que me hizo salir corriendo de allí con la excusa de la hora y del atardecer.


Pasaron un par de días y volvimos a encontrarnos en el mismo lugar donde tuvimos nuestra primera y única charla. Se notaba ese nerviosismo del no saber qué decir, no saber si la otra persona quiere hablar contigo... Me preguntó si quería que quedáramos por la noche y bueno, le dije que estaba bien. Nos veríamos por la noche.
A estas alturas de la vida y despues de casi 65 años de aquello puedo confesar, con una leve sonrisa, que estaba nerviosa.

Paseamos por diferentes lugares charlando como si fueramos amigos de toda la vida y no el desconocido del mar.

- Tú crees en el amor- me preguntó
- No - respondí con ese tono categórico tan propio de mí - El amor es un invento que nos han dado las películas para hacernos pensar que hay cosas buenas en la vida. El amor es un concepto del que cada uno tenemos una visión y un umbral mínimo de esa definición con la que cada uno de nosotros nos intentamos sentir bien, después de eso lo único que hacemos es adaptarnos. Quiero decir que el amor es algo que no se consigue en 15 minutos, 15 días... Es mucho tiempo. Amar es una amistad perfecta con un sexo fascinante. Parece fácil pero no lo es. No es una amistad básica ni mucho menos, es un conjunto de sentimientos como la confianza, el hablar durante horas como si hubiera pasado un cuarto de hora, es poder contar cualquier cosa, es llorar, es reir sin miedo a que cambien la imagen que han creado de nosotros. Y es sexo no es un polvo, es en mayúsculas, es conocimiento, es pasión, es comunicación, es atracción, es taquicardia, es sudoración... No es nada fácil tener esa amistad ni esa pasión. No pasa con todos. Amar es que te guste todo de una persona, hasta las cosas que te sacan de quicio. Una vez le conté esto a un amigo y me dijo que había un concepto que no tenía en cuenta que es la unión de esas dos y es ... lo que él llamó Alquimia, pero no deja de ser la sensación de estar agusto con alguien, la sensación de sentir una conexión, un canal entre ambos cuerpos, ... pero esa Alquimia está presente al principio y para mí el Amor, como ya te he dicho, es de tiempo, de bastante tiempo.

Él se quedó algo perplejo. Fue una teoría un poco demasiado extensa y personal para contarsela a alguien que apenas conocía. No sé bien lo que pensó en aquel momento, yo sentí vergüenza por que seguro que pensó que era una "pirada-monta teorías estúpidas". Su cara no me decía mucho, tenía una medio sonrisa y poco a poco se me acercó con la intención de darme un beso. Yo me eché hacia atrás, rechazando su beso. Él no dijo nada. Continuamos hablando como si nada hubiera pasado. El tema se derivó hacia la arquitectura... Me habló de la belleza de algunos edificios en su ciudad, de por qué los consideraba preciosos, Durante días estuvimos hablando de Arquitectura, de Madrid, de Colonia, de dios, de la reencarnación, de la amistad, del pasado, de la familia, de nuestros pensamientos, de libros, de psicología, del cielo, de filosofía, de política, de la historia, del quijote, de la india, del budismo, de los gatos, de música, del viento, de nosotros...
todo con un transfondo sobre nosotros. Durante todos y cada uno de aquellos días, él intentó besarme y yo rechacé con más o menos habilidad uno por uno de sus besos. Hasta que un día me dijo que no lo iba a volver a intentar más, me dijo que le gustaba, que le parecía bonita y que deseaba besarme más que nada pero que se sentía mal con todos los rechazos que le había dado. Me dijo que lo iba a intentar por una última vez. Se acercó lentamente, agarró mi barbilla suavemente con dos dedos y en aquel momento no me aparté. Nos dimos un largo beso sentados de frente al mar.

En aquel momento me hizo una confesión. Me contó que unos días antes de conocerme o de atreverse a hablarme hizo un primer intento de acercamiento.

Mientras yo me levanté a darme un baño, él se levantó y énvolvió mi toalla en un corazón que dibujó en la arena. Él esperaba que yo llegara a la toalla viera aquel corazón y me sintiera halagada y buscara al autor, la realidad fue que pisoteé y borré con el agua que caía de mi pelo aquel corazón sin percatarme de su presencia.

Durante los siguientes días nos encontrábamos por la noche, hablábamos sobre mil temas, terminábamos besándonos a escondidas en las rocas, nos damos mil besos con sentimientos de placidez, de estar agusto... pero como todo el tiempo termina. Él y yo volvíamos a nuestras ciudades el mismo día. Siempre lo consideré algo de suerte, ya que no hubiera soportado estar un día allí sin él. La última vez que le vi fue asomado en la terraza de su apartamento diciendome adiós con la mano. Durante el camino de vuelta a casa me sentí triste por no poder pasar más tiempo con él pero me sentí feliz por haberle conocido.

Estuve cuatro años sin volver a aquella ciudad. Durante esos cuatro años, yo le mandé un par de cartas y él me llamó un par de veces por teléfono pero como ambos dos sabíamos nos olvidaríamos el uno del otro.
Cuando volví no pude evitar mirar hacia la terraza del apartamento donde se hospedó. Estaba cerrado.
Sabía que el porcentaje de volver a verle era difícil pero... tenía una pequeña esperanza. Aquel verano conocí a un chico que era de su misma ciudad... se hospedaba en el mismo apartamento que él. No podía ser casualidad pero no me atreví a preguntarle aunque un día, después de unas copas de vino en una comida le dije que no podía haber tanta casualidad, misma edad, mismo apartamento, misma ciudad... Me dijo que era su mejor amigo, que no había podido ir porque estaba trabajando y no había tenido vacaciones pero que había estado un par de años antes, que había sido un par de años después de aquellos días y que había tenido la esperanza de verme. Aquel chico no volvió a hablarme, me confesó que le gustaba y que le hubiera gustado que pasara algo entre nosotros pero que ahora, sabiendo quien era ya no podía... Antes de irse me dijo que si quería que le diera algún mensaje a Vladimir, le dije que no pero le escribí en un papel mi dirección de email, le dije que se la diera. Jamás tuve ninguna respuesta. Nunca me contestó.

Tres años después viajé por turismo a Köln (Colonia). Conocí su ciudad. Era preciosa, alegre... no es muy grande y durante esos dos días miraba por todas partes para ver si le veía a él o a alguno de sus amigos que había conocido. Por supuesto que éso no ocurrió. Mi tiempo en Köln se terminó, metí la maleta en el coche y miré por última vez a mi alrededor antes de meterme en aquel Golf negro con matrícula belga que había alquilado días atrás en Bruselas. Conduje saliendo de la ciudad con destino Aächen cuando miré el nombre de una calle a las afueras de la ciudad, Leyboldstrasse... ese nombre lo escribí en las dos cartas que le había enviado séis años atrás. Frené y lo miré... tuve tentación de ir... pisé embrague, metí primera y salí de la ciudad tratando de olvidar el nombre de su calle...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

qué bonita historia...

Anónimo dijo...

-ricguionbajo: Lo de la toalla... pues... si fuera un desierto liso pero fue una playa de alicante llena de pisadas, ¡era imposible verlo! Yo le regalo a Joao el corazón de toalla (ooooh)

- Molecula: gracias (¿tú eres también alquímico?)

Mandarina azul dijo...

Me ha encantado por su naturalidad, su sencillez...

:)