miércoles, noviembre 01, 2006

Historia

Hace unos 5 años estaba con la que era una amiga pasando una semana de vacaciones en la playa. Eran días de relax, de playa, de sol... días de conocer a mucha gente y de disfrutar. Teníamos 22 años. El cronograma del día era sencillo: de día, playa, riendo y comentando la noche anterior y de noche, bares, donde fomentar las risas del día siguiente. Las cañas las tomábamos alternas en dos chiringos típicos de playa. Especialmente en uno porque a mi amiga, a T. le atraía uno de los camareros. Era el último día de nuestras vacaciones, apenas habíamos dormido pero queríamos aprovechar para dormir en playa. T. quiso comer donde estaba aquel chico.

Durante la comida, hablamos con uno de los camareros que nos presentó al que a mi amiga interesaba. Se llamaba G. y llevaba un año en España. Decidieron visitarnos en la playa en su hora libre antes de que nos fuéramos. Estuvimos de risas con esas gracias de las primeras frases. Llego la hora de irnos porque nos esperaba Madrid y la biblioteca para los exámenes de septiembre. Durante el camino de vuelta estuvimos recordando las cosas que nos habían pasado, la gente que habíamos conocido. En especial sobre los camareros que nos acompañaron en nuestros últimos ratos de playa. De pronto, sonó un sms en mi móvil. Recibí su primer mensaje. Le dije a T. que lo leyera ya que yo iba conduciendo. Su cara se puso pálida cuando leyó: "Espero que ya me estés echando de menos". Ella se enfadó mucho. Ella era así. Yo, intentado paliar su cabreo, le dije que se lo estaría diciendo a las dos. T. en una astuta clase de gramática me dijo: "Espero que estés... estés... segunda persona del singular. Osea, tú". T. decidió contestarle desde su propio móvil, le dijo algo así como que lo habíamos pasado muy bien y que a ver si nos veíamos en Madrid algún día. G. respondió a mi móvil que le llamara cuando llegara para decirle que había llegado bien. A T. el humo le salía por las orejas.

Hubo intercambios de mensajes hasta que en septiembre T. y yo volvimos a la playa aprovechando el fin de los exámenes. Aprovechamos para quedar con G. y sus amigos a tomar algo por la noche. Nos fuimos a un bar, allí nos presentaron a más gente y nos sentamos todos en una mesa. Yo estaba al lado de T. y G. estaba lo más lejano a mí que podía estar. Al cabo de un buen rato yo me levanté para ir al lavabo mientras alguien se levantaba a por otra ronda de cañas. Al volver vi que G. había cambiado su sitio por el que estaba a mi lado. A T. le volvió a salir humo por las orejas. T. se empezó a comportar como una niña y a bostezar y a decir que tenía sueño, que nos fuéramos de allí cuanto antes. Mientras G. me susurraba en el oído que nos fuéramos al pueblo de al lado juntos y solos. Insistía que nos fuéramos, que dejáramos a T. durmiendo. Yo me reí y nos fuimos T. y yo a dormir mientras yo intentaba controlar la sonrisa que me provocaba el halago de la proposición.

Al día siguiente, T. comentaba la quedada de la noche anterior. Yo estaba callada, como ausente, asintiendo a ratos lo que ella comentaba. De pronto, T. empezó a comentar que ella pensaba que G. le miraba y que podía tener oportunidad con él. En ese momento, me llegó un sms al móvil que decía que había sido una niña mala por no haber huido con él a otro pueblo. T. en tono agresivo preguntó quién era el sms. Le dije que era G.que nos fueramos a tomar un café con él.

Nos fuimos y nos tomamos un café. En aquel café G. comentó que su novia llegaba por la tarde. El humo que salía de las orejas de T. me envolvió. Aquella fue la última tarde que le vería en mucho tiempo.

Pasó el tiempo Pasaron unos 8 meses hasta que a finales de primavera en un viaje a Burgos, T. recordó algunas secuencias de las vacaciones del verano entre las que entró G. Me dijo que le enviaramos un sms preguntándole qué tal estaba. Así lo hicimos. Lo que T. nunca supo es que ese fue el primero de miles de mensajes que nos mandábamos cada día durante meses y meses. Había mensajes divertidos, hasta que los mensajes adquirían más temperatura de lo que la cobertura debía permitir. Era divertido estar en el trabajo, volver de hacer una entrevista de trabajo a alguien y encontrar un sms con deseos de sábanas imposibles.

Era un juego. Era algo divertido; pero sobretodo un juego.

Los mensajes continuaron durante meses. Hasta que por el mes de octubre me dijo que venía a Madrid. Que venía a ver a sus padres. Se iba a quedar unos días y se quedó una semana. El primer día que nos vimos después de tomar algo seguimos hablando en el coche. Sólo salimos para ayudar a una chica a abrir la puerta del portal. Al día siguiente volvimos a quedar y a estar horas hablando mientras hicimos algún acercamiento como hablar con la mano en la pierna del otro…. Juegos infantiles.

No sé como terminamos en mi casa haciendo caso a los mensajes de meses.

Tengo un vacío sobre cuando nos volvimos a ver… si pasó mucho tiempo o poco. Cuantas veces nos hemos visto a escondidas durante años. Besos a escondidas. Mimos a medianoche. Cosquillas al amanecer… Anoche me pediste que contara que nos vimos ayer. Empecé por el principio. Algo es algo.

Continuará…..

6 comentarios:

Anónimo dijo...

y T. lee tu blog?

ene dijo...

jajaja... pues hace años que no sé nada de ella por otros motivos. Dejamos de tener contacto antes de todo eso.

El detective amaestrado dijo...

Que elecreico es todo cuando se empieza uno a manejar con palabras en mails, en sms...La fuerza de las palabras...Tú has tenido la suerte de vivirlo

Anónimo dijo...

Jo, me encantan estas historias de mandarse miles de sms...la mia tambien empezó asi...aun conservo en el movil los primeros...qué bonito lo que escribes de verdad.

Joao dijo...

Pues me ha encantado Ene de mis entretelas. Me gustan las coplas modernas con movil de por medio. me encnta esa simplicdad T. G. complicada. Me ha recordado cosas.

Laura Abella dijo...

¡¡¡¡¡!!!!!

la vida da unas vueltas ¿o son las circunstancias las que dan vueltas?
¡¡¡la vida misma!!!
Me ha gustado
un saludooo