martes, octubre 31, 2006
Recuerdos...
He vuelto casi cada año. Durante años he vuelto, he jugado, he corrido por el paseo marítimo, he jugado al rugby por la noche, he tenido besos a escondidas en las rocas, primeros tocamientos en la arena de noche, he cantado, reído, aprendido mil palabras, dado mil consejos, recibidos dos mil. Hubo veces que me enfadé, que me aburrí, que me sonrojé. Guerras de globos de agua, noches de cine de verano, escalada al peñón, paseos por los puestos hippies, leyendas de princesas y tesoros del rey moro...
Hoy he vuelto. Por primera vez en octubre. Me he sentado en el paseo y estaba vacío. He visto la gente que durante casi tres décadas he visto pasear pero no había nadie. Me he visto a mi misma, de adulta, con un traje de chaqueta negro de raya diplomática que he cambiado por los bañadores que me compraba mamá. He tenido la sensación de vacío y soledad más grande que jamás tuve. Me he hecho mayor y he llorado de nostalgia.
domingo, octubre 29, 2006
Quina putada...
jueves, octubre 26, 2006
ROCK
I. Hoy he soñado que el pánfilo (¿Pánfilo? Creo que es la primera vez que uso esta palabra tan de los comic de zipiyzape) de mi vecino era una estrella del Rock.
Me tengo que contener la risa de verle tan delgado y con cara de panoli con las mallas ajustadas y la cazadora de cuero. Si me cruzo con él en la escalera entonaré a silbidos "Highway to Hell".
II. También he de destacar que he soñado en blanco y negro. Creo que ha sido la primera vez. Una vez me dijeron que los niños sueñan en color y a medida que vamos creciendo vamos perdiendo el color de nuestros sueños. ¿Será que ya no soy una niña? ¿En qué color sueñas tú?
III. Hoy he tardado 2 horas en recorrer 8 km con el coche. Hoy necesito un masaje.
martes, octubre 24, 2006
HUECOS
Son las 7:55 de la mañana. Tan solo faltan 5 minutos para que el despertador me agobie como cada día. Me giro dando media vuelta más de lo que habitualmente podía y entonces me acuerdo de que ya no estás. Que anoche te fuiste definitivamente. Me encuentro con el primer agujero, con el hueco.
El despertador suena.
Me quejo. Abro los ojos y estiro el brazo intentado tocarte como cada mañana. Finisterre comienza en tu lado del colchón. Soy capaz de levantarme. Tengo ganas de llorar. Como cada día lo primero que hago es coger una taza y llenarla de café recién hecho; no hay, eso es porque ya no estás. Pongo las medidas de café y agua que usabas cada mañana mientras yo, desde la cama, te pedía guerra de la buena.
Abro el armario. Está vacío, oscuro, tiene eco, huele a ti, me dan ganas de llorar, doy un portazo con toda mi fuerza, no es suficiente, pego un puñetazo, siento dolor, lloro, me siento en la cama, me echo las manos a la cabeza, lloro, te odio por haberte ido y te amo tanto para desear que vuelvas. Me regalas un segundo hueco. Salgo de casa. Voy al garaje. Mi coche desde hace meses no tiene notas en el parabrisas diciendo que me quieren, que están deseando volver a casa del trabajo para verme o con un simple “Pienso en ti”. A la izquierda falta tu coche. Hay otro hueco que me recuerda que no estás, que te has ido. No paro de encontrarme huecos de ti: el de tu albornoz, tu cepillo de dientes, en el sofá, el perchero, las maletas, el coche, los cds,… El desamor tiene forma de hueco en el frasco donde guardamos los cepillos de dientes.
Hoy me has llamado. Preguntaste a qué hora te podías pasar a recoger el resto de tus cosas que, traducido a palabras para entenderlas es que vas a venir a dejarme más huecos que me recuerden de un solo vistazo que ya no estás, que ya no me quieres y que ya no vas a volver. Por supuesto tu llamada era para que yo no estuviera. Te dije que a las ocho, que estaría en el gimnasio. Es mentira, no voy al gimnasio.
Estoy en el bar de enfrente, aquel a donde siempre bajaba a comprarte el tabaco, el que no te gustaba porque decías que olía a “bar”. Te he visto entrar. Llevabas un gran hueco en una bolsa bandolera. Seguro que ya tienes premeditado dónde dejarlo en pequeños trozos. No sé si salir corriendo detrás de ti, agarrarme a tus piernas y suplicarte que vuelvas de rodillas. Me pierde mi ridículo. Me pido otro whisky. Veo la luz del salón encendida. Seguro que está dejando huecos en las velas del salón, en las 35 que te encendí en todo el salón el día de nuestro aniversario. Mañana te llamaré para decirte que las velas son mías para que vengas y las devuelvas. A lo mejor basta para que te quedes. Seguro que dejas huecos en las fotos, en las figuritas que compramos en Marruecos, en la cajita de madera donde guardábamos los condones, en el cuadro del salón, en tus perfumes, en tus cremas, en las sonrisas, las miradas, las risas, la piel de gallina que tenías la primera noche, tus lágrimas en mi hombro los domingos viendo una peli en el sofá, los regalos, los besos, los abrazos, las manos entrelazadas, los silencios, en las veces que pensaba en ti…
Te he visto salir. Llevabas el abrigo que te regalé. No he sabido interpretar tu cara. No sé si era de alivio, de tristeza, de alegría, de incertidumbre. Tenías cara de nada. Me bebo el whisky de un trago, quiero llorar, pido la cuenta, pienso en salir y provocar un encontronazo fugaz en la puerta del garaje, recapacito, salgo del bar, tomo dirección contraria a la tuya, camino al portal. Voy a buscar los huecos. Llamo al ascensor, tarda, subo por las escaleras, abro la puerta, cuelgo el abrigo. Huele a café recién hecho. Las velas están donde siempre. Hay una maleta en el hall. Tu albornoz está en su sitio, el cepillo de dientes ha vuelto al frasco, hay una nota en el espejo que dice que te perdone, que me echas de menos. Salgo corriendo, bajo las escaleras de tres en tres, abro la puerta del portal, voy al garaje y allí estás, dentro de tu coche, esperando una respuesta. Hay un silencio, pienso, recapacito, me concentro y en mi mente encuentro una respuesta: Mañana me apunto al gimnasio.
Como cada mañana salgo a primera hora cargada con el bolso y sus mil artilugios, la mochila con la ropa para después ir a correr y la bolsa con la comida de la oficina. Caminaba por las calles mojadas por la lluvia que ha caído durante toda la noche. Veo pocas personas, alguna madre con su hijo andando a paso muy rápido y sin compartir ninguna palabra. De pronto, una de esas madres silenciosas chocó conmigo con tal fuerza que me dejó mirando el suelo con cara de incomprensión. "Perdona" - Oí que se marchaba cuando dirigí mi mirada hacia la madre silenciosa que no se percató que se llevaba puesto mi hombro colgado de su gabardina pendiente de un hilo. "Eeeeh... Oiga", grité. Pero ella y su hijo silencioso se metió en un taxi, mientras vi como mi hombro se marchaba encogido con resignación.
Sentí ganas de llorar. Rápidamente decidí poner un anuncio en la prensa intentando recuperar mi hombro.
"Hombro Perdido. Gran valor sentimental. En la superficie tiene los besos que anoche él me puso, que aún estaban frescos. Por favor, devuelvanmelos. El resto pueden quedárselo."
domingo, octubre 22, 2006
Rutina
Te acuerdas cuando paseábamos por la orilla del mar cada verano. Viendo los años pasar. Pasando de los quince a los treinta en cero coma dos. Soñamos con alargar los sueños. Te acuerdas cuando pensábamos que nos casaríamos con veinte y a los veinticinco tendríamos 3 hijos y un perro. Te das cuenta de que ahora tengo casi treinta y no quiero casarme, ni tener hijos y que prefiero los gatos. Y sobretodo, ya no te quiero a ti.
Te acuerdas cuando nos besábamos con la boca abierta con lentitud, con fuerza, durante horas para terminar pasando noches completas dedicadas a nuestra piel. Ahora nos dedicamos de 17h a 17’20h en sábados alternos y prefiero consolarme solo cuando te has quedado dormida.
Hace tiempo me dejé las pestañas imaginando en seguir tus huellas marcadas en la arena y bailar descalzo mientras decía que sí, que sí quiero… pero no es cierto, ahora ya no quiero ya no quiero casarme, ni siquiera creo en el amor, ni en dios, ni en los cuentos de princesas, ni creo en ti. Me he hartado de ti. Me acuerdo cuando, agarrados en un parque al sol en pleno mes de agosto hacíamos planes del futuro mientras ahora nos llamamos al mediodía para hablar menos cara a cara…
Mañana te diré que me voy… Mañana comienza mi vida… Mañana empezaré a ser yo.
No me quiere....
Me mete en sus entrañas pero me esconde sus tripas, sus secretos y sus suspiros. Me marea. Me voltea. Me despega del suelo y me manda a otras ciudades, para que la eche de menos. Me escupe, me vomita y luego me recoge, me limpia y me mima.
Madrid no me quiere.
miércoles, octubre 18, 2006
sol
martes, octubre 17, 2006
Tú, a veces....
Valentía... la de intentar no pestañear para no perderme ni uno solo de tus movimientos... la de encenderme otro cigarro para no comerte la boca... la de poner mi espalda como muro infranqueable a mis delatadoras miradas... La de mi suspiro horizontal y siempre proporcional a lo ancho de tu sonrisa...
Tiempo... que retumba en los huecos de lo sola que me siento. Que en el túnel que me encuentro predomina el negro, lo opaco... que no siento, que no grito porque no me oigo... que doy vueltas y me mareo... que vomito. Que me siento sola sentada en el borde y colgando las piernas como cuando era niña... que nadie me mira y mi belleza no es la misma que hace unos días.
Orgullo... retorcido y altivo... cartílago sobrenatural invisible setenta centímetros por encima de mi cabeza, redoble de tambores… ignorancia si el mundo gira y cae de costado en tu almohada… mirada caída… ahora bajo que me has llamado y nadie me grita. Que te quise y ya no... Cómo te cuesta reconocerlo.
domingo, octubre 15, 2006
Secretos y el mundo
II. Confieso que tengo muchos secretos. Confieso que me gusta el brócoli. Confieso que todavida no estoy preparada para confesar.
jueves, octubre 12, 2006
La revelación
Unas zapatillas me han hablado... sí, aunque parezca increíble unas zapatillas se colaron en mi portatil y me obligaron a retomar el blog. No eran ni de esas de andar por casa con estúpidas formas de animales a tamaño natural, ni de esas finas y sin suela que sirven para después de la ducha pero que no absorben, sólo te permiten chapotear sobre felpa de color rojo.
Tampoco son unas zapatillas cantarinas a las que no dejan entrar en los bares... Tampoco eran de rubíes rojos que dando tres taconazos te llevan a Oz... No, no eran ninguna de esas... Fueron unas zapatillas de deporte. Con cordones blancos no colocados de manera tradicional, con cámara de aire, de mucho aire fresco.
Gracias ... intentaré tener la constancia que no tengo, te mereciste el primer topic.