martes, octubre 24, 2006

HUECOS


Son las 7:55 de la mañana. Tan solo faltan 5 minutos para que el despertador me agobie como cada día. Me giro dando media vuelta más de lo que habitualmente podía y entonces me acuerdo de que ya no estás. Que anoche te fuiste definitivamente. Me encuentro con el primer agujero, con el hueco.

El despertador suena.

Me quejo. Abro los ojos y estiro el brazo intentado tocarte como cada mañana. Finisterre comienza en tu lado del colchón. Soy capaz de levantarme. Tengo ganas de llorar. Como cada día lo primero que hago es coger una taza y llenarla de café recién hecho; no hay, eso es porque ya no estás. Pongo las medidas de café y agua que usabas cada mañana mientras yo, desde la cama, te pedía guerra de la buena.

Abro el armario. Está vacío, oscuro, tiene eco, huele a ti, me dan ganas de llorar, doy un portazo con toda mi fuerza, no es suficiente, pego un puñetazo, siento dolor, lloro, me siento en la cama, me echo las manos a la cabeza, lloro, te odio por haberte ido y te amo tanto para desear que vuelvas. Me regalas un segundo hueco. Salgo de casa. Voy al garaje. Mi coche desde hace meses no tiene notas en el parabrisas diciendo que me quieren, que están deseando volver a casa del trabajo para verme o con un simple “Pienso en ti”. A la izquierda falta tu coche. Hay otro hueco que me recuerda que no estás, que te has ido. No paro de encontrarme huecos de ti: el de tu albornoz, tu cepillo de dientes, en el sofá, el perchero, las maletas, el coche, los cds,… El desamor tiene forma de hueco en el frasco donde guardamos los cepillos de dientes.

Hoy me has llamado. Preguntaste a qué hora te podías pasar a recoger el resto de tus cosas que, traducido a palabras para entenderlas es que vas a venir a dejarme más huecos que me recuerden de un solo vistazo que ya no estás, que ya no me quieres y que ya no vas a volver. Por supuesto tu llamada era para que yo no estuviera. Te dije que a las ocho, que estaría en el gimnasio. Es mentira, no voy al gimnasio.

Estoy en el bar de enfrente, aquel a donde siempre bajaba a comprarte el tabaco, el que no te gustaba porque decías que olía a “bar”. Te he visto entrar. Llevabas un gran hueco en una bolsa bandolera. Seguro que ya tienes premeditado dónde dejarlo en pequeños trozos. No sé si salir corriendo detrás de ti, agarrarme a tus piernas y suplicarte que vuelvas de rodillas. Me pierde mi ridículo. Me pido otro whisky. Veo la luz del salón encendida. Seguro que está dejando huecos en las velas del salón, en las 35 que te encendí en todo el salón el día de nuestro aniversario. Mañana te llamaré para decirte que las velas son mías para que vengas y las devuelvas. A lo mejor basta para que te quedes. Seguro que dejas huecos en las fotos, en las figuritas que compramos en Marruecos, en la cajita de madera donde guardábamos los condones, en el cuadro del salón, en tus perfumes, en tus cremas, en las sonrisas, las miradas, las risas, la piel de gallina que tenías la primera noche, tus lágrimas en mi hombro los domingos viendo una peli en el sofá, los regalos, los besos, los abrazos, las manos entrelazadas, los silencios, en las veces que pensaba en ti…

Te he visto salir. Llevabas el abrigo que te regalé. No he sabido interpretar tu cara. No sé si era de alivio, de tristeza, de alegría, de incertidumbre. Tenías cara de nada. Me bebo el whisky de un trago, quiero llorar, pido la cuenta, pienso en salir y provocar un encontronazo fugaz en la puerta del garaje, recapacito, salgo del bar, tomo dirección contraria a la tuya, camino al portal. Voy a buscar los huecos. Llamo al ascensor, tarda, subo por las escaleras, abro la puerta, cuelgo el abrigo. Huele a café recién hecho. Las velas están donde siempre. Hay una maleta en el hall. Tu albornoz está en su sitio, el cepillo de dientes ha vuelto al frasco, hay una nota en el espejo que dice que te perdone, que me echas de menos. Salgo corriendo, bajo las escaleras de tres en tres, abro la puerta del portal, voy al garaje y allí estás, dentro de tu coche, esperando una respuesta. Hay un silencio, pienso, recapacito, me concentro y en mi mente encuentro una respuesta: Mañana me apunto al gimnasio.

6 comentarios:

Bruno Mann dijo...

Lindissimo blog, gostei muito.

Beijinhos

DANI dijo...

Pues ya sabes a comprar masilla los dos para que no quede ni un hueco.

un abrazo reconciliado

María Esquitin dijo...

Preciosa historia. Si es ficticia, increible. Si es verdadera, recapacita y piensa ¿por qué se fue? ... a veces volver, no soluciona nada.

Joao dijo...

Querida ene, ¿eres tú quien me dices que he robado una imagen? no lo entendí bien. Esta historia no sé por qué me suena sobre todo la frase de finisterre, no sé si es tuyo, ya lo había leído o, simplemente, es un fallo del cerebro como cuando piensas: esto ya lo he vivido. Besos

Laura Abella dijo...

" Esto ya lo he vivido"

..mmmm....

hay tantos tipos de rupturas y de reconciliaciones. LA vida nos pone en múltiples lugares.

Saboréalo.

Joao dijo...

Querida ene, es verdad, he robado tu imagen pero no me había dado cuenta. Debe ser que los dos tenemos estéticas parecidas. Es una imagen muy bonita con la lágrima coriendo el rimel. La trsiteza rompe la aperiencia. Besos querida